miércoles, 3 de septiembre de 2014

El cuento de Marilyn por Capote

Muy al final de su carrera, Capote comenzó a escribir sobre la alta sociedad neoyorquina. Historias de muy alto tono que incluían infidelidades, drogadicción, mentiras y dramas. Que va Capote, habla mal de todos, ya nos habías regalado esa joya llamada Desayuno en Tiffany's, incluso la increíble Audrey Hepurn había inmortalizado ya a Holly Golightly. Habla mal de todos, la alta sociedad, la cultura superior
Como es de suponer, se hizo de muchos enemigos, digo, Capote era una arpía. Pero nunca hablo mal de Marilyn Monroe, le gustaba hablar con ella, estar con ella, bailar con ella descalza en El Moroco. Capote la consideraba una niña, una dulce niña debajo de esa capa de mujer sensual y sexual, debajo de esas mentiras, estaba una Marilyn que muy pocos conocían, o quizás nadie. Hollywood te paga miles de dólares por un beso pero centavos por tu alma, querida, no fuiste la única.


Siempre estuvo buscando la felicidad pero nunca la encontró. Cualquier llama se apaga si no se alimenta, desaparece, se esfuma y quedan solo cenizas. O a veces nada. Marilyn tan vulnerable en un universo socialmente darwinista, una infeliz. Pobre mujer. Te quedaste en el susurro de aquella canción de cumpleaños y en aquel vestido de pucci en una bañera. Si no hubiera sido tan sensible. Se acurrucaba como una niña dulce, pequeña, perdida ante cualquier amor. Amaba con pasión y desesperación, buscando quien pudiera salvarla de sí misma. Pero ni la misma vida o sus mismos demonios le dieron la oportunidad.


Era muy inteligente. Cuando murió tenía mas de 400 libros en su biblioteca, gustaba de leer. Le gustaba James Joyce y Saul Bellow y Sandburg. Amaba la poesía de Heinrich Heine y durante una época quiso ser amada por Arthur Miller. Decía que los hombres nunca hablaban mal de ella, por que simplemente, eran hombres. Así Arthur Miller dijo que se había enamorado de una ilusión, de una vanalidad, no era más que una mentira. Una mentira con alma, con alma depresiva y autodestructiva que no olvidaba nunca sus píldoras, para su ansiedad o para despertar. Que va.

En Música para Camaleones, escrita en 1980 por Capote, describe una escena con ella. Libro que pareciera ser una mezcla entre ficción y realidad, relata una historia dulce, con final para llorar. Pero nadie asegura que así era Marilyn, quizás ni el la conocía. Ni ella misma. Bueno, quizás nadie la conoció.


Pueden leer la historia aquí.


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